25 de octubre de 2014

Arqueología con trasfondo mítico-religioso: Medelhavsmuseet II




IMÁGENES, DE ARRIBA HACIA ABAJO: ÁNFORA ÁTICA DE FIGURAS ROJAS, CON ATENEA ENTRE DIOMEDES Y ULISES. 490-480 A.C.; KYLIX ÁTICO DE FIGURAS ROJAS, CON AQUILES. 500-475 A.C.; MONEDA DE PLATA DE VOUNI, CHIPRE, CON BAALMELEK II DE KITION. SIGLOS V-IV A.C.; Y OTRA MONEDA DE PLATA DE VOUNI, CHIPRE, CON TIMOCHARIS DE MARION. SIGLOS V-IV A.C.

En esta primera pieza, un ánfora ática de figuras rojas, datada entre 490 y 480 a.C. (Inv. MM 1963:1), se muestra a la diosa Atenea entre dos de los héroes homéricos más renombrados, Diomedes y Odiseo. De acuerdo a la tradición, Troya no caería definitivamente hasta que la estatua cultual de Atenea (el Palladium), no hubiese sido sustraido de la ciudad. Ambos héroes escalaron las murallas de la ciudad y tomaron el Palladium (que se puede ver en la figura de la izquierda). En la otra cara de la vasija se observa a una mujer vestida con un chiton y un himation que permanece de pie entre dos hombres.
En la segunda pieza que se muestra, un kykix ático de figuras rojas (Inv. NM ANT 2346), el motivo básico en el fondo de la copa es la imagen de Aquiles tapado con un himation y sentado en una silla klismos. En su mano izquierda mantiene una especie de cayado en tanto que su escudo está colgado de la pared. Parece factible que la representación ilustre la famosa primera línea de la Ilíada, la ira de Aquiles, frustrado y molesto por la afrenta que supuso que Agamenón tomase a la esclava Briseida, que le pertenecía. Los kylix de este tipo eran empleados usualmente en los banquetes aristocráticos (symposia), para beber vino mezclado con agua.
Finalmente, se pueden apreciar algunas monedas de plata halladas en el palacio real de Voulni, en Chipre. Han sido datadas entre los siglos V y IV a.C. La mayoría de las monedas se encontraban en una vasija que fu desenterrada bajo una escalera. La misma contenía joyas de plata y oro, copas de plata y unas doscientas cincuenta monedas, entre las cuales se destacan cuatro dáricos (moneda persa de oro), y monedas de plata acuñadas en Chipre. Se trata de piezas acuñadas en Kition, Marion o Lapithos, cuyos motivos parecen inspirados en la mitología fenicia y griega. Las inscripciones están hechas en fenicio, en griego y en una escritura silábica local chipriota. En la primera pieza (Inv. V.292 t/68), se observa a Timocharis de Marion, como Apolo, en el anverso, y a Europa y el toro (Zeus metamorfoseado) o Astarté-Afrodita, en el reverso; en la segunda (Inv. V. 292 u/8), se ve a Baalmelek II de Kition, al modo de Heracles, portando la piel del león, y en el reverso el felino atacando un ciervo.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV

20 de octubre de 2014

Arqueología con trasfondo mítico-religioso: Medelhavsmuseet I




IMÁGENES. DE ARRIBA HACIA ABAJO: DIOSA HATHOR EN TERRACOTA. 100-50 A.C. LÁPIDA SEPULCRAL DE PEEBOS. SIGLO II; ESPECIE DE CENTAURO. AYIA IRINI, CHIPRE. ENTRE 700 Y 500 A.C.; Y GUERRERO EN CARRUAJE DE CUATRO CABALLOS. AYIA IRINI.

Trataremos en estas dos entradas algunas piezas arqueológicas del Museo de Antigüedades del Mediterráneo y el Cercano Oriente de Estocolmo, que tuvimos la ocasión de estudiar recientemente. Han sido escogidas en función de su relevancia mítica y religiosa (ritual, funeraria).
En la primera entrega veremos escultura y relieve; en la segunda, un par de ejemplos cerámicos griegos atenienses y algunas monedas chipriotas. Se puede apreciar, en primer término, una figura (MME 1977:13) de una mujer desnuda, coronada con flores y hecha en terracota, todavía con restos de pintura decorativa. Se ha datado en el siglo I a.C. Aunque su pose frontal, con sus brazos pegados a los muslos, es tradicionalmente egipcia, el estilo es patentemente helenístico. Se ha pensado que la dama representa a la diosa Hathor, equivalente de la Afrodita griega. Es bastante probable, creemos, que la figura simbolizara una deidad usada en algún altar privado o que hubiese sido realizada con la intención de acompañar a una notable mujer fallecida a modo de un presente funerario.
En segundo término se presenta una estela funeraria, datada en el siglo II (época en la que Egipto era una provincia del imperio romano), que fue hallada en un cementerio en el delta del Nilo, cerca de Alejandría (MM 11421). En ella se representa a un niño, de nombre Peebos, que aparece vestido con ropajes tradicionalmente griegos (chiton e himation), entre dos chacales. En la parte inferior, la inscripción, en griego, dice que el infante murió a la edad de seis años. Pudiera tratarse de un niño de familia egipcia, a pesar de la escritura empleada, pues el griego era el lenguaje de la administración. Los elementos egipcios patentes estarían representados en los dos chacales, símbolos del dios Anubis, protector de las necrópolis y deidad del arte del embalsamamiento.
En tercer lugar, se muestran algunos ejemplos de las estatuas votivas del santuario de Ayia Irini, en el noroeste de Chipre. Las excavaciones, llevadas a cabo en 1929, sacaron a la luz casi dos mil estatuas (la mayoría en terracota, algunas en bronce) de diversos tamaños, que representan, en su mayoría, a varones vestidos como guerreros, con cascos, armaduras y armas arrojadizas, aunque hay varios ejemplos que muestran personas bailando o llevando consigo animales sacrificiales. Unas pocas son extraños seres híbridos, probablemente mitológicos, mitad toro y mitad ser humano, que recuerdan los conocidos centauros de la mitología griega posterior. Las figuras estaban agrupadas en semi círculo alrededor de un altar pétreo, sobre el cual estaba colocada una gran piedra redondeada que posiblemente formaba parte del culto. No hay indicios acerca de los dioses que pudieron ser adorados en este santuario, qué personas lo usarían y cuál sería el significado de los probables rituales. Quizá se tratase de un santuario rural que indicaba el área bajo dominio de alguno de los reinos chipriotas del período arcaico en la isla (700-480 a.C.), época en la que la mayoría de las figuras fueron realizadas. 

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV-Caracas

15 de octubre de 2014

El arte laico del período Fujiwara en Japón



Imágenes, de arriba hacia abajo: el granero volante, un fragmento de los Shigisan Engi, que cuentan los milagros de un monje del siglo IX llamado Myoren en el monte Shigi. Finales del siglo XII; la pelea de los niños. Rollo manuscrito en tinta sobre papel, datado a fines del siglo XII. Se aprecia aquí el uso de la técnica de la múltiple exposición para reflejar acciones consecutivas; y un fragmento de los rollos de la Historia de Genji. Tinta y color sobre papel, datado en el siglo XII.


La corte Heian (794-1185) apreciaba la pintura y la poesía chinas. Sin embargo, el aislamiento japonés del continente desde fines del siglo IX, permitió elaborar las artes con un carácter más japonés, aunque sin perder el aroma chino. La corte Heian del período Fujiwara (897-1185) crearía una pintura paisajística denominada la técnica yamato-e, muy influenciada por la literatura japonesa de la época; esto es, los poemas acerca de las estaciones, los escenarios naturales, la melancolía y el pathos (mono-no-aware). Aunque partiendo de los gustos estéticos chinos de la etapa Song, surgen ahora nuevos poemas sobre la primavera en los que cerezos en flor y los arrozales sustituyen las imágenes de ciruelos nevados y de elevadas montañas. Tanto en pintura como en poesía, la imaginería japonesa se centraba en la luz, las lluvias y nieblas de primavera, así como en las orillas del mar.
La necesidad de clasificar las emociones halló su lugar en la poesía y la pintura, en los biombos, los jardines, las cartas y los rollos manuscritos. El arte Heian de este momento expresaba la emocionalidad humana a través de los elementos de la naturaleza.
Los murales de estilo yamato-e, de temática japonesa, decoraban las estancias privadas. El embellecimiento de lugares públicos[1] era, por el contrario, de inspiración china, porque las pinturas de ese estilo (kara-i, o pintura de tema chino) conferían prestigio. La pintura yamato-e logró adquirir características propias en los rollos manuscritos de narraciones ilustradas (emaki-mono), convirtiéndose en un arte practicado por los miembros de la corte. Estos manuscritos eran elaborados por varios maestros pintores, eshi o miembros de la aristocracia[2], que seleccionaban las escenas, señalaban el colorido requerido y el modo de llevar a cabo la composición de los dibujos. Los artesanos eran los encargados de mezclar los colores. La más significativa de estas obras de arte aristocrático son los rollos manuscritos que ilustraron la Historia de Genji, historia cortesana de amor escrita a fines del siglo X por Murasaki Shikibu. Las pinturas eran realizadas por cortesanas cuya influencia en la esfera cultural Heian demuestra la existencia de una estética de corte plenamente femenina, diferente de las ilustraciones, de carácter didáctico budistas, que estaban orientadas hacia el pueblo llano. Un rasgo significativo de las escenas era la tensión previa a la acción, no la acción en sí misma. Para ello, se utilizó en la ilustración del Genji Monogatari [3]una antigua técnica china de época Tang, denominada a vista de pájaro (fukinuki yataí), que propicia momentos de gran efectismo.
En todo el período Heian existió una clara conciencia de distinción entre la emocionalidad privada y la esfera formal pública. El ámbito público se asociaba a lo masculino, otoko, cuya manifestación se encuentra en la arquitectura de estilo chino y la poesía en escritura china, kanshi. Por el contrario, el mundo interior, privado, se expresaba al modo femenino (onna), por medio de artes indígenas, como la escritura kana de la poesía japonesa polisilábica. Así, a la par que los cortesanos Heian se mostraban orgullosos de su uso de las bellas letras chinas, procuraban reservar los estilos nativos, autóctonos, para sentimientos y pensamientos íntimos. Tal dicotomía puede estar detrás del surgimiento de la pintura femenina onna-i y de la pintura masculina, otoko-i en la literatura de la época. Se ha identificado la primera con la quietud pictórica, los sentimientos y emociones, así como con el carácter introvertido, en tanto que la segunda con las acciones extrovertidas y físicas. La técnica okoto-i se vincula con las narraciones históricas[4], la épica fundamentada en hechos reales y con los relatos que cuentan la fundación de monasterios.
Una serie de rollos únicos, auténtica obra de arte de la tradición en tinta monocroma (hakubyo), a la manera otoko-i, son los cuatro rollos denominados Choju Giga o Animales Retozando[5], cuya autoría corresponde a monjes budistas. Su contenido es jocoso, pues muestran animales vestidos como personas llevando a cabo actividades de diversos tipos (juegos, ritos, etc). Se trata de animales que parodian las acciones humanas. Son caricaturas clericales que simbolizan las debilidades humanas con compasión y humor, en una época de franca decadencia moral. Esto significa que en el período Heian se valoraba la capacidad de observación, aguda pero siempre compasiva, de las debilidades que aquejaban al hombre.
Los rollos manuscritos con narraciones e ilustraciones fueron los medios de difusión budista de masas más prestigiosos, derivados de las narraciones chinas de época Tang. Fueron los chinos Tang, precisamente, quienes empezaron a ilustrar con escenas pintadas historias contadas en los lugares de mercado. La pintura budista didáctica (rokudo-e o pintura de las Seis Vías) representa temáticas relacionadas con los seis reinos de la existencia ilusoria. Su objetivo era advertir que los no devotos del Buda Amidá (Amitabha) contraerían enfermedades, dolencias y deformidades terroríficas y sufrirían los tormentos infernales. Una categoría muy relevante de rollos manuscritos de carácter narrativo, que hablan del heroísmo y la lealtad en las batallas, lo conforman los relatos de guerras, cuyas ilustraciones se fundamentan en relatos literarios y crónicas históricas. Es un referente indicador de la introducción del caciquismo militar en Japón, que perdurará hasta el siglo XIX[6]. En esos casos, al igual que en una película, el rollo manuscrito divide la acción en secuencias por segmentos: cada rollo presenta su tiempo, rápido o lento; las escenas de acción son continuas y no hay interrupciones textuales. Los relatos de Ban Dainagon, Kegon Engi o Shigisan Engi son ejemplos notables. El más destacado de todos es el Heiji Monogatari, en el que se describe la batalla final de la guerra civil que enfrenta a los clanes Taira (Heike) y Minamoto (Genji). En este momento, el gusto cortesano Fujiwara es sustituido por el militar y activo Minamoto.
En lo que respecta a la caligrafía, es necesario apuntar que fue entre los siglos IX y XI cuando se elaboró un sistema de adaptación de los caracteres chinos por parte de los cortesanos, que llegó a ser una expresión artística de gran refinamiento. La forma angular katakana surgirá de la escritura formal china kaishu. Se empleará en la redacción de sutras budistas, en grabados y en la redacción de los documentos oficiales. Mientras, la forma cursiva hiragana procedía de la escritura china caoshu, que era más informal.
En términos generales, las artes seculares o laicas Heian, sean los rollos pintados y las lacas, o los biombos y los abanicos, contuvieron en todo momento referencias literarias indirectas o directas.


Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV-Caracas

[1] La arquitectura oficial, pública (hare), tenía tejados de tejas y suelos de pizarra, con columnas lacadas al modo chino. La residencia privada del emperador, ejemplo de estilo doméstico (ke), tenía suelos de madera, tejado de paja y una serie de columnas sin pintar.
[2] Pintores anónimos de la corte imperial que conocen al dedillo los detalles de la iconografía budista. Por el contrario, los ebusshi eran pintores budistas de Nara que conocían las costumbres de la corte y que, por consiguiente, podían acceder al palacio imperial.
[3] Medio siglo después de los rollos del Genji Monogatari se confeccionan los Heike Nogyo (rollos del Sutra del Loto), encargados por los miembros del clan Taira, cuya supremacía supondrá la sustitución de la aristocracia cortesana por un sistema caciquil de corte fuertemente marcial.
[4] Esta enérgica pintura narrativa, de imparable acción, sirvió para representar los acontecimientos históricos con mucho realismo y movilidad, trasluciéndose las emociones desinhibidas a través de las expresiones faciales.
[5] De aquí derivarán, con el tiempo, géneros como las historietas manga a fines del siglo XVIII y durante la centuria siguiente.
[6] La instalación del bakufu Kamakura a partir de la intervención de Minamoto Yoritomo en 1185, que pone fin al período Heian.

12 de octubre de 2014

Un mito de los clanes tibetano



Los seis clanes tibetanos originales (en algunos relatos se habla, no obstante, de cuatro), descienden, según la tradición, de Avalokitesvara, en su forma de mono, y de una demonesa de las rocas. La historia cuenta como el mono-bodhisattva se había retirado a una remota y aislada región del Tíbet a meditar. Sin embargo, una demonesa local se enamoró de él. El mono-bodhisattva, ante la amenaza de suicidio de parte de la demonesa, accedió a tener sexo con ella. Los tibetanos habrían heredado, así su naturaleza religiosa y espiritual de su “padre”, mientras que su carácter agresivo y rudo de su “madre”. El término tibetano para designar el linaje es ru o riipa. Ru significa hueso (de ahí la extendida idea de que los huesos de los tibetanos proceden del padre, en tanto que la carne de la madre). El emperador (tsenpo) Songtsen Gampo, histórico fundador del imperio tibetano en el siglo VII,  fue reconocido como una emanación del bodhisattva y sus esposas (las princesas china y nepalí) como las diosas Tara y Bhrkuti.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB

7 de octubre de 2014

Monstruos míticos: las serpientes Basilisco y Anfisbena

Imágenes: arriba, anfisbena en la Iglesia de Santa María de Piasca, Cabezón de Liébana, Cantabria; abajo, basiliscos en un capitel del claustro de la iglesia de Santa María la Real de Nieva, Segovia.


El basilisco, cuyo nombre procede del griego (diminutivo de rey, basileus), es un animal fabuloso que se reconoce inicialmente por una mancha blanca ubicada en la cabeza como si fuese una corona, de ahí su denominación. Con su presencia y silbido, pone en fuga a cualquier animal. No se desplaza e impulsa en ondulaciones, sino que avanza erguida sobre la parte central. Al exhalar su aliento mata las plantas y rompe las piedras. Es muy probable que este animal mítico haya que identificarlo con el ureus egipcio que, según Horapolo, representaba la eternidad, y por eso se colocaba en la cabeza de los dioses como símbolo de la única sierpe inmortal conocida. En el ámbito cristiano, y particularmente en los bestiarios medievales, se convirtió en un símbolo del mal, representando la lujuria, y siendo una de las bestias que, al lado del león y el dragón, son combatidas por Cristo. Se llegó a identificar su veneno con enfermedades como la sífilis. En el siglo XII se pensaba que el basilisco nacía del huevo de una serpiente incubado por un sapo. En la iconografía cristiana su apariencia se transformó, convirtiéndose en un híbrido entre un gallo y una serpiente.
Según la mitología griega, la anfisbena es uno de los seres que nace de la sangre que gotea de la cabeza de Medusa cuando Perseo se trasladaba encima del desierto de Libia. Se trata de una sierpe (o quizá lagarto) de dos cabezas, que puede andar hacia delante o hacia atrás, devora cadáveres y se suele vincular al mundo subterráneo. En la iconografía medieval se la podía representar con cuerpo de gallo, o con patas de gallo, y con alas con escamas, dibujos o plumas saliendo de su cuerpo. Esta serpiente fantástica procede de arcaicas concepciones que ven en ambas cabezas del animal la pugna entre el bien y el mal. De hecho, el neoplatonismo y el cristianismo la usaron como símbolo de dicha lucha.

UCV-UCAB, Escuela de Historia-Escuela de Letras, Caracas.

3 de octubre de 2014

Origen del poder y la política en la antigua Roma: la constitución romana (II)

Las revueltas de la plebe buscaban la igualdad de derechos y la consecución de un ius civile legitimum. En el s. VI a.C. Servio Tulio hizo una reforma que inicialmente afectó a la organización del ejército, exercitus centuriata, que implicó que la base del ejército estuviera constituida por los soldados de infantería (plebe), que se agrupaban en unidades tácticas de unos 100 hombres (centuriata) y por los soldados de caballería (equites) que se agrupaban entre patricios. Esta reforma del ejército tuvo consecuencias político-sociales, ya que los plebeyos, al tener pleno acceso al ejército, lo tuvieron también a un nuevo tipo de asambleas en las que el pueblo se reunía, agrupado en centurias (comitia centuriata). A lo largo de los siglos V y IV a.C. se determinó la utilización de usos comunes (consuetudines mores) y se accedió a la promulgación del ius legitimun vetus (derecho legítimo antiguo), el cual estaba constituido, junto con otras leyes escritas, por la Ley de las Doce Tablas, publicadas entre 451 y 450 a.C. El cónsul Apio Claudio creó una magistratura suprema especial colegiada formada por 10 magistrados patricios con la misión especial de redactar este código legal (Doce Tablas). Esto supuso la regulación del procedimiento judicial y el fin de los abusos de los patricios hacia la plebe. No obstante, la interpretación del derecho siguió siendo exclusiva de los patricios a través del colegio sacerdotal de los pontífices, que fueron los depositarios e intérpretes del ius quiritium y legitimum. Estos pontífices (considerados los primeros juristas en Roma) sólo se encargaban de interpretar el derecho.
Desde el principio Roma fue una ciudad-estado[1]. La expansión proporciona a Roma un vasto territorio, dividido en 35 tribus territoriales, 4 de ellas urbanas y 31 rústicas. Los miembros de las tribus no solo serán los que residan en el territorio de cada una, sino que serán también todos los romanos de las colonias, y que acabarán siendo ciudadanos romanos. El Populus Romanus Quiritium, la Res Publica o Res Populi, supondrá que el ciudadano romano no lo será según la etnia o el territorio sino por su pertenencia al populus romanus (únicamente varones). No obstante, los centros del poder serán monopolizados por grupos de familias ricas, una nobilitas terrateniente y un ordo ecuestre de caballeros, integrado por grandes comerciantes. El régimen político de la Res Publica es un régimen mixto, aristocrático por medio del senado[2], monárquico-nobiliario a través de las magistraturas y medianamente popular (más que democrático) a través de las asambleas populares.
En todas las épocas en las cuales el poder se concentra de manera unilateral en Roma se ve que el Senado actúa como un mero órgano asesor de este poder, sea el príncipe, emperador o incluso en la monarquía etrusca. Sin embargo, en la República Romana se puede ver que el poder se divide en tres facultades: la potestas, la auctoritas y la maiestas. En el Senado se encuentra el poder de la auctoritas, es decir, el prestigio por el saber socialmente reconocido (además es el único órgano de carácter permanente). Por eso podemos decir que el Senado es el centro de la República Romana. Empero, el Senado no podía ostentar las tres facultades, pues el gran temor de los romanos era la concentración del poder y para ello existe lo que denominamos las magistraturas romanas o Cursus Honorum Superior (cuyos requisitos implicaban tener 27 años cumplidos, ser ciudadano romano, haber cumplido el servicio militar, no haber sufrido condena alguna y no tener ninguna Nota Censoria[3]). Es en este órgano donde se centra la potestas, es decir, la capacidad de “mandar”. La última facultad (maiestas) se encuentra en el propio pueblo romano.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y Doctorado en Ciencias Sociales, UCV.



[1] Este concepto en Roma implica que toda la vida pública se desarrolla en el ámbito urbano de la ciudad, distinto, jurídicamente, del terreno rústico (territorium) que lo rodea. El concepto romano de Estado parte del pueblo (populus romanus es la designación oficial del Estado romano, en el interior y el exterior): el derecho se liga al ámbito personal del ciudadano, no al espacial del territorio. Frente a la polis griega, que identifica Estado con comunidad de ciudadanos, la concepción jurídica romana llega a la noción abstracta de res publica (colectividad tomada en su individualidad como sujeto de relaciones jurídicas). Es la organización jurídica del populus (cierta personificación de la ciudad, una individualidad con derechos), del que se diferencia. Populus era para Cicerón la reunión de individuos asociados, para el bien común, por estructuras jurídicas unánimes; era el elemento fundamental de la civitas en cuanto a comunidad jurídicamente organizada cuyo centro lo conformaba una urbe. El régimen de la ciudad comportaba tres órganos: Senado o Consejo, asamblea y magistrados.
[2] El Senado estaba constituido, ya en el siglo III a.C. por unos 300 senadores que recibían el nombre de patres conscripti (pater o senadores patricios y conscripti senadores plebeyos). Entre sus funciones estaban la prorrogatio imperii (prorrogar una magistratura); el interregum o designación de un senador como magistrado supremo con carácter temporal con el nombre de interrex. En principio, el Interrex se elegía entre los patricios; después entre todos los miembros del Senado; en cualquier caso, entre los que hubiesen ostentado una magistratura patricia y curul; la Autoritas Patrum, que era una suerte de convalidación que el senado daba a los plebiscitos para que estos pudieran ser leyes vinculantes para todo el populus romano. En el 287 a.C., sin embargo, la Lex Hortensia, suprime esta convalidación; dictar Senatus Consultum, la petición de la opinión del senado acerca de un asunto realizado por un magistrado. La estabilidad del Estado y de sus miembros hizo que la función del senadoconsulto se convirtiese en alto cargo político, sobre todo en asuntos militares y finanzas estatales. En teoría, los magistrados y asambleas populares no tenían por qué acatar las decisiones del Senado, pero en la práctica fueron casi siempre acatados hasta el s. I a.C., momento en que  empiezan a aparecer en Roma ciertos políticos dotados de poderes extraordinarios.
[3] Esta nota es hecha por el censor y se refiere a una lista de quienes han violado la moralidad y las buenas costumbres. Era lo suficientemente grave para el prestigio social como para que los allí referidos ya no pudiesen ser representantes públicos.