15 de octubre de 2014

El arte laico del período Fujiwara en Japón



Imágenes, de arriba hacia abajo: el granero volante, un fragmento de los Shigisan Engi, que cuentan los milagros de un monje del siglo IX llamado Myoren en el monte Shigi. Finales del siglo XII; la pelea de los niños. Rollo manuscrito en tinta sobre papel, datado a fines del siglo XII. Se aprecia aquí el uso de la técnica de la múltiple exposición para reflejar acciones consecutivas; y un fragmento de los rollos de la Historia de Genji. Tinta y color sobre papel, datado en el siglo XII.


La corte Heian (794-1185) apreciaba la pintura y la poesía chinas. Sin embargo, el aislamiento japonés del continente desde fines del siglo IX, permitió elaborar las artes con un carácter más japonés, aunque sin perder el aroma chino. La corte Heian del período Fujiwara (897-1185) crearía una pintura paisajística denominada la técnica yamato-e, muy influenciada por la literatura japonesa de la época; esto es, los poemas acerca de las estaciones, los escenarios naturales, la melancolía y el pathos (mono-no-aware). Aunque partiendo de los gustos estéticos chinos de la etapa Song, surgen ahora nuevos poemas sobre la primavera en los que cerezos en flor y los arrozales sustituyen las imágenes de ciruelos nevados y de elevadas montañas. Tanto en pintura como en poesía, la imaginería japonesa se centraba en la luz, las lluvias y nieblas de primavera, así como en las orillas del mar.
La necesidad de clasificar las emociones halló su lugar en la poesía y la pintura, en los biombos, los jardines, las cartas y los rollos manuscritos. El arte Heian de este momento expresaba la emocionalidad humana a través de los elementos de la naturaleza.
Los murales de estilo yamato-e, de temática japonesa, decoraban las estancias privadas. El embellecimiento de lugares públicos[1] era, por el contrario, de inspiración china, porque las pinturas de ese estilo (kara-i, o pintura de tema chino) conferían prestigio. La pintura yamato-e logró adquirir características propias en los rollos manuscritos de narraciones ilustradas (emaki-mono), convirtiéndose en un arte practicado por los miembros de la corte. Estos manuscritos eran elaborados por varios maestros pintores, eshi o miembros de la aristocracia[2], que seleccionaban las escenas, señalaban el colorido requerido y el modo de llevar a cabo la composición de los dibujos. Los artesanos eran los encargados de mezclar los colores. La más significativa de estas obras de arte aristocrático son los rollos manuscritos que ilustraron la Historia de Genji, historia cortesana de amor escrita a fines del siglo X por Murasaki Shikibu. Las pinturas eran realizadas por cortesanas cuya influencia en la esfera cultural Heian demuestra la existencia de una estética de corte plenamente femenina, diferente de las ilustraciones, de carácter didáctico budistas, que estaban orientadas hacia el pueblo llano. Un rasgo significativo de las escenas era la tensión previa a la acción, no la acción en sí misma. Para ello, se utilizó en la ilustración del Genji Monogatari [3]una antigua técnica china de época Tang, denominada a vista de pájaro (fukinuki yataí), que propicia momentos de gran efectismo.
En todo el período Heian existió una clara conciencia de distinción entre la emocionalidad privada y la esfera formal pública. El ámbito público se asociaba a lo masculino, otoko, cuya manifestación se encuentra en la arquitectura de estilo chino y la poesía en escritura china, kanshi. Por el contrario, el mundo interior, privado, se expresaba al modo femenino (onna), por medio de artes indígenas, como la escritura kana de la poesía japonesa polisilábica. Así, a la par que los cortesanos Heian se mostraban orgullosos de su uso de las bellas letras chinas, procuraban reservar los estilos nativos, autóctonos, para sentimientos y pensamientos íntimos. Tal dicotomía puede estar detrás del surgimiento de la pintura femenina onna-i y de la pintura masculina, otoko-i en la literatura de la época. Se ha identificado la primera con la quietud pictórica, los sentimientos y emociones, así como con el carácter introvertido, en tanto que la segunda con las acciones extrovertidas y físicas. La técnica okoto-i se vincula con las narraciones históricas[4], la épica fundamentada en hechos reales y con los relatos que cuentan la fundación de monasterios.
Una serie de rollos únicos, auténtica obra de arte de la tradición en tinta monocroma (hakubyo), a la manera otoko-i, son los cuatro rollos denominados Choju Giga o Animales Retozando[5], cuya autoría corresponde a monjes budistas. Su contenido es jocoso, pues muestran animales vestidos como personas llevando a cabo actividades de diversos tipos (juegos, ritos, etc). Se trata de animales que parodian las acciones humanas. Son caricaturas clericales que simbolizan las debilidades humanas con compasión y humor, en una época de franca decadencia moral. Esto significa que en el período Heian se valoraba la capacidad de observación, aguda pero siempre compasiva, de las debilidades que aquejaban al hombre.
Los rollos manuscritos con narraciones e ilustraciones fueron los medios de difusión budista de masas más prestigiosos, derivados de las narraciones chinas de época Tang. Fueron los chinos Tang, precisamente, quienes empezaron a ilustrar con escenas pintadas historias contadas en los lugares de mercado. La pintura budista didáctica (rokudo-e o pintura de las Seis Vías) representa temáticas relacionadas con los seis reinos de la existencia ilusoria. Su objetivo era advertir que los no devotos del Buda Amidá (Amitabha) contraerían enfermedades, dolencias y deformidades terroríficas y sufrirían los tormentos infernales. Una categoría muy relevante de rollos manuscritos de carácter narrativo, que hablan del heroísmo y la lealtad en las batallas, lo conforman los relatos de guerras, cuyas ilustraciones se fundamentan en relatos literarios y crónicas históricas. Es un referente indicador de la introducción del caciquismo militar en Japón, que perdurará hasta el siglo XIX[6]. En esos casos, al igual que en una película, el rollo manuscrito divide la acción en secuencias por segmentos: cada rollo presenta su tiempo, rápido o lento; las escenas de acción son continuas y no hay interrupciones textuales. Los relatos de Ban Dainagon, Kegon Engi o Shigisan Engi son ejemplos notables. El más destacado de todos es el Heiji Monogatari, en el que se describe la batalla final de la guerra civil que enfrenta a los clanes Taira (Heike) y Minamoto (Genji). En este momento, el gusto cortesano Fujiwara es sustituido por el militar y activo Minamoto.
En lo que respecta a la caligrafía, es necesario apuntar que fue entre los siglos IX y XI cuando se elaboró un sistema de adaptación de los caracteres chinos por parte de los cortesanos, que llegó a ser una expresión artística de gran refinamiento. La forma angular katakana surgirá de la escritura formal china kaishu. Se empleará en la redacción de sutras budistas, en grabados y en la redacción de los documentos oficiales. Mientras, la forma cursiva hiragana procedía de la escritura china caoshu, que era más informal.
En términos generales, las artes seculares o laicas Heian, sean los rollos pintados y las lacas, o los biombos y los abanicos, contuvieron en todo momento referencias literarias indirectas o directas.


Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV-Caracas

[1] La arquitectura oficial, pública (hare), tenía tejados de tejas y suelos de pizarra, con columnas lacadas al modo chino. La residencia privada del emperador, ejemplo de estilo doméstico (ke), tenía suelos de madera, tejado de paja y una serie de columnas sin pintar.
[2] Pintores anónimos de la corte imperial que conocen al dedillo los detalles de la iconografía budista. Por el contrario, los ebusshi eran pintores budistas de Nara que conocían las costumbres de la corte y que, por consiguiente, podían acceder al palacio imperial.
[3] Medio siglo después de los rollos del Genji Monogatari se confeccionan los Heike Nogyo (rollos del Sutra del Loto), encargados por los miembros del clan Taira, cuya supremacía supondrá la sustitución de la aristocracia cortesana por un sistema caciquil de corte fuertemente marcial.
[4] Esta enérgica pintura narrativa, de imparable acción, sirvió para representar los acontecimientos históricos con mucho realismo y movilidad, trasluciéndose las emociones desinhibidas a través de las expresiones faciales.
[5] De aquí derivarán, con el tiempo, géneros como las historietas manga a fines del siglo XVIII y durante la centuria siguiente.
[6] La instalación del bakufu Kamakura a partir de la intervención de Minamoto Yoritomo en 1185, que pone fin al período Heian.

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