12 de junio de 2015

Culturas del Paleolítico y el Neolítico en Mesoamérica


Diversos útiles asociados al mamut.Yacimiento de Santa Isabel de Iztapan

El Paleolítico Inferior, Arqueolítico o período pe punta de proyectil, entre 28000 y 12000 a.e.c., presenta una economía de recolección, siendo la caza bastante escasa. La industria lítica se caracteriza por la presencia de grandes útiles de piedra pesados y realmente toscos. El bifacialismo es incipiente y no hay puntas de proyectil. Abundan las raederas, navajas y raspadores. Los materiales empleados van desde la obsidiana y el sílex, hasta el basalto y el pedernal. 
Los yacimientos destacados de este arcaico período son los de Tlapacoya, datados en torno a 22000 a.e.c., Caulapan, con dataciones semejantes, y El Cedral, el más antiguo, con una antigüedad de 33000 años. El Cenolítico (12000-5000 a.e.c., dividido en inferior, hasta 7000 y superior, de 7000 a 5000 a.e.c., el ser humano en la región desarrolla una clara actividad cazadora de grandes mamíferos, entre los que destaca sobremanera el mamut, pero también de otros más pequeños, como el conejo y los ciervos. Se emplean para esta labor puntas de proyectil del estilo Folsom y Lerma, con bordes refinados[1]. En esta etapa son muy numerosos los yacimientos, entre los que se pueden nombrar San Joaquín, Rancho Colorado y Coxcatlan del Cenolítico inferior, Cueva Falcón, Cueva Texcal para el Cenolítico superior, entre otros.  En Belice, en particular, se han definido complejos interesantes correspondientes en LoweHa, Sand Hill, Melinde y Progreso, cuya cronología oscila entre 9000 y 2500 a.e.c.
En este período hay presencia significativa de arte rupestre, ubicado en la Baja California. Se destaca la Cueva de San Borjita, con diversas representaciones de animales y antropomorfas, la Cueva de los Venados, La Pintada, en Sonora y los abrigos de Mitla.
En coincidencia con los cambios climáticos, transformación de especies animales y aumentos demográficos, que se producen con la entrada del Holoceno, se constata la aparición de cultígenos de elevado valor alimenticio, pronto convertidos en plantas de cultivo. Ello lleva implícita la aparición de la agricultura y de la vida aldeana en diversos focos independientes entre sí. El protoneolítico, entre 5000 y 2500 a.e.c., se hace presente en yacimientos del valle de Tehuacán y la Sierra de Tamaulipas. En algunas de las fases de estas localidades (Infiernillo en Tamaulipas y El Riego en Tehuacán) son detectables cultígenos como la calabaza y el chile. No obstante, será en las siguientes fases, sobre todo en la Coxcatlan del valle de Tehuacán, hacia mediado el IV milenio, cuando los cultígenos se hagan muy abundantes, incluyendo el maíz. En las fases Nogales-Ocampo Temprano en la Sierra de Tamaulipas, entre 5000 y 3000 a.e.c., se constatan los cultígenos de frijoles[2]. La recolección sigue presentando la gran mayoría de la actividad económica, seguida de la caza, y solamente con no más del ocho por ciento, el cultivo propiamente dicho. Será en el Formativo cuando ese porcentaje de alimentos cultivados alcance un significativo treinta por ciento de la actividad económica desplegada.
La fase que sigue al Protoneolítico es el Formativo (o Preclásico), etapa en la que se afianza la economía agrícola y surgen las primeras formas arquitectónicas y cerámicas[3], incluyendo la figuración zoomorfa y antropomorfa. En este período, cuya primera etapa todavía se puede considerar neolítica, se destaca la cultura Zohapilco (entre 2500 y 2000 a.e.c.), que muestra el ejemplo más temprano de asentamientos aldeanos con agricultura extensiva, combinada, a la par, con la caza (cérvidos principalmente), y la explotación de animales acuáticos como tortugas y peces. La industria lítica ofrece notables ejemplos de raederas y raspadores así como formas microlíticas hechas en obsidiana.
Las específicas condiciones ecológicas en el valle de México desde 1500 a.e.c. pudo propiciar la concentración en el área de numerosas aldeas agrícolas que no desdeñaban la actividad pesquera y la caza, muy abundante en función de los ríos y lagos de la región. Las aldeas, ubicadas en las orillas de los cursos de agua, estarían formadas por diversas chozas de madera, cañas y barro, y albergarían unas doscientas o trescientas personas. En estas aldeas se hallan ya instrumentos confeccionados en madera, hueso, arcilla y hasta fibras vegetales, destacando los morteros y machacadores. El primer arte arquitectónico, además de las chozas de vivienda, lo representa la famosa Pirámide de Cuicuilco, una forma escalonada, probablemente un templo (primer ejemplo de concepción simbólica de la morada de una deidad), construida gracias a la labor comunitaria de un buen número de aldeas.
Finalmente, la aparición de figurillas, con una gran variedad de tipos, permite establecer secuencias históricas más seguras y conocer con mayor detalle las vestimentas y costumbres, además de los tipos humanos, propias de las aldeas de la región. Se destacan las representaciones de mujeres amamantando niños, danzantes, chamanes ricamente ataviados para llevar a cabo sus ceremonias, así como las de personajes de probable carácter mitológico y religioso, en especial, figuras humanas de dos cabezas o figurillas femeninas desnudas con caderas amplias, quizá proto divinidades del maíz o deidades madre que representarían la fecundidad del suelo.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV-Escuela de Letras, UCAB, Caracas


[1] Estas puntas pueden relacionarse con las sudamericanas puntas de “cola de pescado”.
[2] La siguiente etapa en Tehuacán es la fase Abejas, y en la región de Sierra de Tamaulipas y Sierra Madre es La Perra-Ocampo Tardío, que avanzan hasta 2200 a.e.c., y en donde además de frijoles y calabaza, aparece el maíz del tipo primitivo Nal-tel.
[3] Si bien en el área andina las dataciones de las primeras cerámicas son más antiguas (Puerto Hormiga, Valdivia), ya en el área mesoamericana se pueden ofrecer fechas cercanas al 2300 a.e.c. en la fase Purrón en Tehuacán, y para el Lago de Chalco en la cultura Zohapilco.

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