1 de julio de 2015

Referentes de la antigua religión egipcia: la organización genealógica divina

RELIEVE DEL DIOS SOBEK (COCODRILO) EN EL TEMPLO DE KOM OMBO, INICIALMENTE CONSTRUIDO POR TUTMOSIS III Y MÁS TARDE RECONSTRUIDO POR PTOLOMEO VI.

La presencia en el mundo de los dioses egipcios es constante, impregnando, o encarnando, la realidad, de ahí que no sea fácil pensar en ellos como fuerzas trascendentes. Son los dioses (en realidad entidades extrahumanas, solamente diferentes al universo humano por sus poderes sobrehumanos), elementos de la naturaleza y fuerzas cósmicas. Con la unificación de Egipto se organizan sistemáticamente, en esquemas genealógicos, gracias a un denodado esfuerzo teológico (las Enneadas). Se trata de conformar un escenario cósmico que supere el sistema fragmentario de las deidades locales, justificando y legitimando la unificación.
Las divinidades de carácter local se organizan también en grupos familiares. Muchas de ellas se destacan por su zoomorfismo: Horus-halcón; Hathor-vaca; Apis-toro; Bastet (que los griegos interpretaban como Afrodita)-gata/leona; Sobek-cocodrilo; Thot-ibis, entre otros. Se les asocian animales que se convierten en objetos de culto, originando una zoolatría. El animal podría expresar una cualidad concreta del dios con el que se asociaba, por analogía en relación a las costumbres del animal. Ello implicaría disociar la cualidad trascendente del ser divino de su propia representación. Pero ese es un fenómeno solo documentado en épocas más recientes que, además, contradice la distribución en un nivel regional del culto que se tributaba a ciertos animales. Esta distribución regional del culto a los animales y las deidades con ellos asimiladas (probablemente una tradición muy arcaica, como pudiera deducirse del “rey-escorpión” predinástico) podría implicar la persistencia de figuras de seres extrahumanos cercanas al modelo del antepasado mítico, que suelen poseer connotaciones animales y un papel generador en ciertos lugares o ciudades (Khnum-carnero; Nekhbet-buitre blanco[1]).
Al unificarse el país bajo la conducción de un único soberano, la necesaria unificación religiosa implicó el predominio de la teología de Heliópolis, que trazó una visión universal del mundo divino organizado jerárquicamente. Este proceso de unificación y ordenamiento organizado del panteón, deja a cada ciudad sus divinidades tutelares propias pero propicia una suerte de teocracia, asimilación entre las divinidades, que adoptan así formas, funciones o características de otras deidades. Este fenómenose aprecia en los nombres compuestos (Ra-Atón; Amón-Ra). Las tradiciones locales se reelaboran desde una perspectiva universal, hecho que no supone ni suprimirlas, ni siquiera debilitarlas. Se trata de una integración en un panteón “orgánico” sistemático del conjunto de divinidades, respetando las funciones singulares. En tal sentido, no fue problemático que la teología de Heliópolis conviviera sin mayor problema con la escuela de Hermópolis (que organizó una Ogdóada, de ocho dioses distribuidos en parejas; un macho-sierpe y una hembra-rana). Ambas teologías, en realidad, se integraron[2].
El sistema organizado es una manera, en consecuencia,  de representar el mundo, cuyas formas son las deidades. Al establecer relaciones estables entre las divinidades, y al organizarlas según un canon dinástico clásico, se vislumbra una proyección de la estructura y jerarquía de la sociedad egipcia. En un mundo paralelo, pero superior al humano, el rey, en su condición de Horus (dios de la monarquía en muchas localidades), se convertirá en un mediador y en el garante del orden cósmico.
A pesar de la armonía que destiló el proceso unificador, hubo contradicciones y cada ciudad conservó su propia mitología, en las que no hay figuras heroicas al modo de los héroes griegos. Únicamente algunos elementos de Osiris se asemejan a los propios de los héroes culturales, pues impone el orden en el mundo, libera a los seres humanos de su condición salvaje y brutal y les enseña la agricultura. No obstante, como señor del Más Allá no puede ser clasificado de héroe. El proceso de ordenación del panteón divino y de la mitología, en su finalidad primordial, que era legitimar la función divina del soberano, tuvo que, por necesidad, reducir o simplificar, aquellos rasgos heroicos que pudieran estar presentes en algunas figuras míticas. Además, en Egipto, el papel de mediadores entre el mundo humano y el divino, cultura y naturaleza, o entre la alteridad y humanidad, le correspondió a una pareja divina, de un lado, Horus y Osiris, y a la encarnación humana de ambos, del otro, el monarca vivo y luego el rey muerto.

Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia, UCV
Doctorado en Historia, UCV


[1] Una función específica de los dioses,así como de los difuntos, fue la capacidad de cambiar y adoptar diversas formas. En tal sentido, un dios posee muchos ba porque puede aparecer con muchos aspectos. El ba es un principio inmaterial, vehículo del poder de quien lo posee, independiente del individuo pero, a la vez, un doble con el que se puede “dialogar”. Se representa como un ave con rostro humano.
[2] La Ogdóada expresa los elementos constitutivos del desorden del cosmos, en tanto que la Enneada, las etapas posteriores al caos, de ordenamiento. En una fase ulterior, Amón, última figura de la Ogdóada, adopta rasgos antropomórficos y personales, convirtiéndose en una deidad dinástica, en torno a la cual la teología tebana configurará una “familia”.

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